Érase una vez una niña llamada María a la que le encantaban las aventuras. Un día soleado, descubrió un lago cerca de su pueblo. Los aldeanos decían que estaba encantado y María sintió curiosidad por saber más. Decidió explorar el lago y descubrir sus misterios. Con un corazón valiente, María se lanzó a la aventura.

Al llegar al lago, María se fijó en una pequeña barca que flotaba cerca de la orilla. Parecía brillar con una luz mágica. Subió a la barca, sintiendo un cosquilleo de emoción. La barca empezó a moverse sola, deslizándose por el agua. María se agarró con fuerza, preguntándose adónde la llevaría.

El barco llevó a María a una isla escondida en medio del lago. La isla estaba llena de flores de colores y simpáticos animales. María exploró la isla y descubrió caminos secretos y tesoros escondidos. Encontró un viejo mapa que indicaba el camino a un lugar especial. María sabía que tenía que seguir el mapa para descubrir el mayor secreto del lago.

Siguiendo el mapa, María llegó a una hermosa cascada. Detrás de la cascada, encontró una cueva resplandeciente llena de cristales brillantes. En la cueva, una vieja y sabia tortuga la saludó y le reveló el secreto del lago. El lago estaba encantado para proteger a los animales y la naturaleza que lo rodeaban. María prometió guardar el secreto y regresó a casa con el corazón lleno de asombro.